jueves, 21 de mayo de 2009

Digno legado

Hoy soplaba el viento,
las telas de los pendones se mostraban orgullosas,
A una de esas rachas de aire me agarré,
para soltarme en la estación del pasado.
Hace diez años vivía en mi pueblo,
fue la última vez que cogí el pendón,
No había visto más veces el estandarte,
marca de los pueblos en antiguas batallas.

Al bajar la cuesta de la ermita de Castrotierra,
quizá debido a la distancia,
esa a la que me encuentro de mis raíces,
sentí ese algo que sale de dentro,
y te das cuenta, que hay algo en ti que nunca se va,
es eso de que los lugares son sus gentes,
y las gentes son su infancia,
y su infancia son su escuela,
los partidos de fútbol,
sus tardes de verano,
son su familia y ahí entran los abuelos,
esos a los que les brillan los ojos,
cuando le dices que has cogido el pendón del pueblo,
y tú le correspondes,
con una sonrisa,
con un abrazo
y les das las gracias por días como aquel,
sentados a la sombra,
mientras te contaba lo que solo ellos saben.

En la tela de esos pendones,
se pueden leer las líneas de su historia,
las pinceladas de identidad de cada cultura, de cada región,
quizás sea lo bueno de todo esto, un bien llamado diversidad,
en nuestro caso,
en el color rojo de los pendones del Reino de León.
Entonces, cuando estoy leyendo esas líneas,
miro a mí alrededor
y me doy cuenta que hay más personas mirando el mismo libro,
las que no comparten tu rutina,
pero que recuerdas desde que eres un niño,
cuando por ejemplo,
los encontrabas en la panadería una mañana de invierno,
y mientras afuera nevaba,
nosotros sentíamos el calor de ese horno,
como el de casa,
creo que esa palabra, sea la clave.

Cuando el sol empezaba a ocultarse,
creí ver a mi lado a un hombre conocido,
supongo que fuese San Manuel Bueno, mártir,
el que me dijese que algunas veces,
ciertas ideas, prejuicios o quién sabe cómo llamarlos,
deban quedar a un lado,
aunque solo sea para que la cara de los que nos quieren,
dibuje su mejor sonrisa.
Yo le dije que sí,
que a ver quien era yo para romper las tradiciones,
la cultura de un pueblo, de los pueblos,
cuyo legado depositaron en nuestras manos,
debe persistir,
para que los recuerdos no se difuminen de las líneas de esa tela.


Abel Aparicio González - 2009



























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