domingo, 29 de septiembre de 2013

La trashumancia cepedana (León / Llión)

GENTE DE AQUÍ | PASTORES EN LA ERA DIGITAL

Trashumantes cepedanos

Luis Cordero, ‘El Ruso’, sigue atravesando con sus 800 ovejas el corazón de la provincia uniendo Los Barrios de Nistoso con San Román de la Vega.

Emilio Gancedo

La trashumancia y su hermana menor, la trasterminancia, parecen ir asociadas siempre a la alta montaña y a Extremadura, en el primer caso, y a las riberas centrales de León, en el segundo; y por eso sorprende que a día de hoy, en la silenciosa Cepeda, alguien siga practicando como antaño el periódico y secular intercambio entre los altos pastos y las vegas. Se trata de Luis Cordero Antón, El Ruso, que acaba de cubrir con sus doce perros y sus 800 ovejas (uveyas, como aún se siente decir en la zona) los 40 kilómetros que separan Los Barrios de Nistoso de San Román de la Vega haciendo noche en Sueros. El poeta Abel Aparicio fue testigo de esta actividad, retomada por El Ruso hace once años: «A mediados del mes de mayo sube el rebaño a la Cepeda Alta y en septiembre regresa de nuevo a casa», informa el autor de Tintero de tierra. Mientras caminaban despacio para que las ovejas pudieran beber y ramonear, Luis comentaba a Abel cómo su suegra había sacado adelante a una familia de siete hijos «con cincuenta ovejas y cuatro vacas», mientras que hoy son necesarias, en su caso, 800 ovejas para sacar adelante a dos hijos.



Durante el camino, pastor y escritor filosofaron sobre todo tipo de temas, por ejemplo, el abuso de los sulfatos: «No se evalúan los riesgos que generan a medio y largo plazo, tanto para las ovejas como para el resto de animales y plantas», comentaba este pastor de 39 años. O el aumento de los incendios: «Se debería potenciar la ganadería, entre otras cosas porque, a la larga, son muchos los beneficios que se obtienen y muchos los males que se evitan. Se gasta dinero en apagar un incendio cuando sería más barato destinar parte a los rebaños para que estos no se extiendan», aconsejaba.









Una vez llegados a casa en San Román, Abel Aparicio entendió que el campo «te enseña y te educa». «Vi el amor por un trabajo, por una forma de vida y, sobre todo, vi la libertad. Porque Luis es una de las personas más libres que conozco. Recuerden, de oficio, pastor».

Fuente: http://www.diariodeleon.es